Cierro los ojos y siento nevar...
Sonrío...
Soy capaz de sentir cada copo en mi...
Su suave textura acariciándome...
Su frío derritiéndose solo con mi calor...
Sin pensar que su estancia es fugaz...
Sonrío...
Por un momento me veo reír...
Inocente, alegre, ilusionada...calándome...
Contra todo pronóstico, sacando valor...
Donde cada instante que importa es el vivido...
Donde no hay mañanas, "..¿y si...? " o " no he podido "...
Cuando todas las locuras incoherentes tenían un completo sentido...
Cuando no pensabas, sólo te guiabas por lo creído...
Corriendo para intentar guardar esos copos siempre...
Consiguiendo todo...Nada es imposible...
Creando hombres de nieve con sombreros y bufandas para el frío...
Luchando en batallas donde al final no hay equipos vencidos...
...Sin valores preestablecidos...
...Sin miedos ni castigos...
...Sólo vive y tan amigos...
En “Así habló Zaratustra” nos cuenta tres transformaciones del espíritu: cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león y, finalmente, el león en niño. El camello representa el momento de la humanidad que sobreviene con el platonismo y que llega hasta finales de la modernidad; su característica básica es la humildad, el sometimiento, el saber soportar con paciencia las pesadas cargas, la carga de la moral del resentimiento hacia la vida. El león representa al hombre como crítico, como nihilista activo que destruye los valores establecidos, toda la cultura y estilo vital occidental. Y el niño representa al hombre que sabe de la inocencia del devenir, que inventa valores, que toma la vida como juego, como afirmación, es el sí radical al mundo dionisíaco. Es la metáfora del hombre del futuro, del superhombre. “Mas ahora decidme, hermanos míos: ¿qué es capaz de hacer el niño, que ni siquiera el león haya podido hacer? ¿Para qué, pues habría de convertirse en niño el león carnicero? Sí, hermanos míos, para el juego divino del crear se necesita un santo decir “sí”: el espíritu lucha ahora por su voluntad propia, el que se retiró del mundo conquista ahora su mundo.” (“Así habló Zaratustra”).